¿VES LO QUE TE DIGO?
Estamos en el mundo de la audiovisión al punto que nos resulta casi indisociable escuchar mirando o ver oyendo, incluso, si alguno de los dos estímulos falta rápidamente nos imaginamos de qué objeto o acción procede un sonido o cómo se escucharía una imagen. Claro que llegamos a este presente luego de un proceso de desarrollo tecnológico que en sus inicios capturó la imagen con la fotografía (ya hace casi dos siglos de la primera toma) y luego exhibió el movimiento con el cine sobre fines del s. XIX. Mientras esto sucedía, se logró registrar y reproducir el sonido, pero para la sincronización audiovisual, es decir el cine sonoro, hubo que esperar hasta principios del s. XX.
Desde el comienzo, los artistas y músicos aprovecharon estas invenciones, sin embargo, cuando la mayoría se encaminó hacia la creación audiovisual hubo un cineasta que prefirió tomar otro camino y, sin imaginarlo en ese momento, inauguró un nuevo campo musical; se trata del alemán Walter Ruttmann quien por 1927 era un artista reconocido en el incipiente mundo del cine y contaba entre sus producciones más premiadas con el documental Berlín. Sinfonía de una gran ciudad. Con anterioridad, en 1921, había realizado Lichtspiel Opus I en la cual investigó la cercanía entre el devenir musical de una partitura del compositor Max Butting de 1920 y el movimiento y los colores de las formas en la pantalla; la que se considera la primera película de animación abstracta en un muy temprano intento de hacer visible la música.
A su vez, nos queremos referir a una idea que Ruttmann tuvo cuando le pidieron que realizara una pieza radiofónica de avanzada y compuso una obra sonora en formato fílmico. Por extraño que suenen estos cruces entre cine, radio y música, fue así el modo en que Ruttmann resolvió técnicamente la obra, inmerso en el espíritu vanguardista e innovador de la época y luego de analizar las ventajas y limitaciones de la tecnología de entonces. Se trata de Wochenende de 1930, una película sin imágenes en la cual buscó representar el fin de semana de un obrero valiéndose solo de sonidos del ambiente berlinés que se suceden y ensamblan en un collage de voces, máquinas, cuerpos y naturaleza. En rigor, es un cortometraje porque Ruttmann utilizó una banda sonora fílmica lo cual le dio una posibilidad que en los discos todavía no era realizable, es decir, una duración de más de once minutos; pero por otra parte la compuso para ser emitida por radio, entonces la disyuntiva era ¿es cine para los oídos o es una pieza radiofónica? Wochende lograba escapar de todo intento de clasificación teórica mientras se proyectaba en salas de cine a la vez que se escuchaba por radio y en ambos rubros fue exitosa.
Pero cuando Ruttmann la compuso estaba enfocado en cuestiones más musicales o, mejor dicho, más sonoras que fílmicas. Él se propuso contar una historia común a cualquier espectador utilizando sonidos familiares para lo cual recorrió la ciudad, los grabó y los dispuso de forma tal de organizar un discurso; a partir de la escucha, podemos hacernos una idea de cómo fue ese fin de semana aunque no veamos nada o no haya palabras que nos orienten.
Según sus propias palabras, “Fuera de los límites impuestos a los instrumentos, nosotros disponemos hoy de un campo vastísimo: todo lo que es susceptible de ser vivo nos pertenece, y podemos extraer de la vida misma mucho más de lo que habíamos extraído con el cinema mudo”. Tal vez estas frases hoy no nos sorprendan, pero expresan el naciente interés por el entorno sonoro y por incorporar esos “ruidos” a la paleta musical. Un interés que creció y se bifurcó hacia la composición de paisajes sonoros, hacia músicas que utilizan casi exclusivamente sonidos del ambiente y otras corrientes que se engloban dentro de lo que en la actualidad llamamos arte sonoro.
Imagen: Weekend – Walter Ruttmann