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LARGAS OBRAS DE VERANO

Diciembre es un mes en el que confluyen cierres y aperturas, una época en la que se vislumbra el descanso a la vez que toda la energía que resta está puesta en concluir los proyectos y actividades del año. Con la placidez estival, se avecinan los días largos y el tiempo libre, tal vez, para escuchar esa música que espera pacientemente por un oyente, pero por un oyente con una buena cantidad de horas para prestarle atención.

La primera meta es llegar a la Navidad y, si estamos dispuestos a escuchar, ya nos encontramos con un conjunto de piezas o -mejor dicho- movimientos para piano del compositor francés Olivier Messiaen (1908-1992) llamado Veinte miradas sobre el niño Jesús (1944); si bien fueron concebidos como una totalidad, es frecuente escucharlos en forma individual tal vez por lo agotador que resulta para el pianista, como para cualquier intérprete, tocar durante más de dos horas seguidas. A través de unos pocos temas que vuelven una y otra vez, Messiaen expresa la contemplación del recién nacido desde la Cruz, desde las Alturas y desde la Iglesia, refleja la Mirada del Padre, de los Ángeles e incluso La Mirada del Tiempo y del Silencio, entre otras. De tal forma, a través de la metáfora visual, el compositor acompaña al oyente por diferentes aspectos y personajes de la escena bíblica según su particular narrativa musical.

Luego de los festejos tradicionales que buscan augurar un buen año nuevo, llega el momento del reposo y, entre otros, el compositor norteamericano Morton Feldman (1926-1987) puede ser una buena opción. Podría decirse que Feldman se tomaba su tiempo: escribía obras cada vez más extensas, serenas y suaves; disponía los sonidos de forma muy personal, con gran cohesión pero a la vez sin apuro ni sobresaltos. A Feldman también le gustaba dedicar obras a sus amigos artistas con quienes compartía el gran momento creativo de los años ’60 en Nueva York, por caso, For Christian Wolff (1986) para piano y flauta y For Philip Guston (1984) para flauta, piano y percusión. Ambas obras de cámara, dedicadas a un músico y a un pintor, superan las tres y cuatro horas respectivamente, por lo cual, desafían tanto la resistencia de los intérpretes como la atención del público a la vez que exhiben la pericia del compositor.

Feldman solía decir “Mi música está dentro del silencio” y de allí parece emerger. Como los escasos sonidos que se escuchan en las calurosas siestas de verano y en sus frescas noches. Para todos esos momentos de las vacaciones y del tiempo libre hay música y, además, para todos los gustos. A mediados del s. XIX, Johan Strauss II (Austria, 1825-1899), conocido entonces como “el rey del vals”, organizó un “Concierto de música perpetua” y estrenó su obra orquestal Perpetuum mobile op 257 (1860) dirigiendo junto a sus dos hermanos tres enormes orquestas que la interpretaban de forma rotativa. Se trata de una broma musical cuya propuesta inicial no supera los cuatro minutos pero que, cual perro que persigue su cola, el final empalma perfectamente con el comienzo y de allí su nombre de movimiento continuo.

Poco después, en 1893, el excéntrico compositor Erik Satie (Francia, 1866-1925) escribió Vexations, una obra tal vez para piano, de tan solo una carilla y 153 notas organizadas en una serie de alturas y acordes pero con una inquietante inscripción: “Para interpretar este motivo 840 veces, será́ necesario prepararse de antemano, en el más absoluto silencio, por inmovilidades serias”. Así, lo que aparentaba ser una breve pieza, se complejizó con la cantidad de repeticiones ininterrumpidas y en movimiento lento; de hecho, la obra se encontró luego de fallecido Satie en el desorden de su estudio y fue el músico norteamericano John Cage quien recién en 1963 logró interpretarla con otros tantos artistas durante más de 18hs de concierto.

Queda claro que el cuerpo no resiste semejante maratón musical, al menos no en las condiciones de escucha habitual, el compositor es el primero en saberlo y proponer el desafío y el intérprete tiene que organizarse en equipo a fin de no caer exhausto. En síntesis, tenemos la oportunidad de vivir otro tipo de experiencias musicales en el tiempo y este verano puede ser el momento oportuno para empezar.


Imagen: ¡Stock

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