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HAY QUE AHORRAR

Para nuestras generaciones anteriores, el ahorro era importante: la premisa de usar poco sabiendo que contaban con un resguardo daba una gran tranquilidad en tiempos de escasez; entonces, para administrar el dinero, debían optar en qué gastar logrando que lo poco disponible pareciera más.

Así también ocurría con aquel arte que, en el s. XX, decidió trabajar sólo con algunos materiales elegidos entre todos los posibles: un puñado de notas, una breve frase o una escena casi vacía eran suficientes para construir una historia tanto más potente en la imaginación cuanto más económica de recursos en su lenguaje. Y algunos artistas dieron el puntapié inicial ya por los años 1930.

Cuentan que, reunidos en un bar, un grupo de amigos de Ernst Hemingway lo desafió a narrar una historia con solo seis palabras; dicen que apostaron y que el célebre escritor norteamericano se llevó el dinero luego de escribir en una servilleta: “For sale: baby shoes, never worn”, cuya traducción aproximada sería: “Se vende: zapatos de bebé sin usar”. Una frase corta que desata un montón de preguntas sin respuesta que se instala como una reflexión diferente en cada uno que la lee. A partir de esta tan difundida como desmentida anécdota, los microrelatos, la nano ficción y otras muchas corrientes instalaron una manera de insinuar historias; tal vez el relato más breve en habla hispana sea “Cuando despertó el dinosaurio aún estaba ahí” (1959) del hondureño Augusto Monterroso.

Estos ejemplos dan cuenta de que “menos es más”, el lema del arte minimalista que también llegó al teatro de la mano del irlandés Samuel Beckett quien, en 1981, optó por el teatro para la televisión con una breve obra acotada a cuatro componentes. Con esta limitación autoimpuesta, diagramó una obra muy particular donde la escena, totalmente desprovista de elementos, es un cuadrado por el que transitan cuatro personajes anónimos con túnicas de diferentes colores al tiempo de una percusión de cuatro instrumentos (a cada uno le corresponde un timbre); los actores ingresan de a uno a medida que el anterior completa su recorrido de dieciséis compases. Como no podía ser de otro modo, el título de la obra es Quad I (Quadrat) y requiere de gran precisión para evitar el contacto entre sí y el paso por el centro, la llamada “zona de peligro”; luego de unos pocos minutos, todos completan el trayecto, se van retirando y finaliza la obra. Posteriormente Beckett reduce aún más tanto los materiales como la duración en Quad II y en su época se transmitieron juntas Quad I+II.

Beckett comentó que la palabra minimalismo había sido mencionada por primera vez por un crítico musical quien además era compositor: el norteamericano Tom Johnson (1939). Quizás deberíamos decir compositor rebelde pues quería hacer lo contrario de la compleja música que aprendía de sus maestros; fue así que se autoimpuso el límite de cuatro notas nada menos que para escribir una ópera: Ópera de las cuatro notas (1972) para cuatro cantantes y un piano. Absurda, minimalista y satírica según el propio Johnson, la ópera presenta con mucho humor, y durante poco más de una hora, a los intérpretes burlándose de la partitura mientras el compositor no está; en la escena final, este último toma el control e impide a los cantantes moverse mientras completan sus guiones.

Desde entonces y hasta hoy encontramos que lo mínimo sigue presente de diferentes modos, que llegó para quedarse en esta época en que el tiempo escasea y lo breve se convierte en una invitación a la lectura, al detenimiento, a la escucha.


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