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DE LA ADVERSIDAD, SUS FRUTOS.

El compositor checo Bedrïch Smetana (1824-1884) sobrellevó la sordera en sus últimos diez años de vida y, si bien siguió componiendo, la angustia y el sufrimiento no lo abandonaron. Dio forma musical a estos sentires de una forma casi descriptiva en su Cuarteto de Cuerdas N°1 (1876); lo tituló De mi vida y escribió: “Mi intención era pintar una imagen tonal de mi vida... La nota larga e insistente en el final debe su origen a esto. Es el fatídico zumbido en mis oídos de los tonos agudos que en 1874 anunciaron el comienzo de mi sordera. Me permití esta pequeña broma, porque fue tan desastrosa para mí”. Esa nota es Mi, la tónica del cuarteto en modo menor en cuatro movimientos.

A principios del s. XX, el músico francés Gabriel Fauré (1845-1924) era profesor y director del Conservatorio de París cuando comenzó a perder audición hasta la completa sordera acompañada por una deformación de los sonidos graves y agudos, al punto que la tarea de componer era para él “como si tuviera que abrir, en cada obra, una pesada puerta”. Para entonces, ya había compuesto mucha música que en buena medida había destruido, pero las obras que alcanzaron el estreno le habían dado reconocimiento y un cierto bienestar económico. Los siguientes veinte años continuó componiendo fiel a su estilo, preferentemente obras para canto, música de cámara o para su instrumento preferido, el piano, cuya música consideraba “quizás el género más difícil de todos”. Lejos de un colorido virtuosismo, son obras de delicadas sonoridades y carácter intimista entre las que se encuentran los Nueve Preludios (Op. 103), Nocturnos (Op. 97, 99), el Impromptu Op. 102, Barcarolas (Op. 101, 105).

Cabe aclarar que en Smetana y Fauré los síntomas fueron más bien tardíos en comparación con Beethoven quien tuvo la primera recaída de un largo deterioro auditivo a los veintiséis años. A la sazón, había llegado a Viena de una gira en la cual la crítica lo había calificado de “músico prometedor” ya que, si bien tenía fama como improvisador, recién había escrito sus primeros opus entre los que se cuentan tres Tríos para piano (N°1), sonatas para piano (N°2) y piano y cello (N°1). Pocos años después confesó su dolencia en su testamento y desde entonces hasta sus últimos días la producción musical y el deterioro físico marcaron su vida con igual intensidad.

Mucho más tempranamente que en todos ellos, la sordera de la percusionista Evelyn Glennie (Inglaterra, 1965) comenzó a los ocho años. En sus escritos y charlas plantea la dupla escucha-sordera en relación con el tacto: se refiere a sensaciones y percepciones de todo el cuerpo más que a la audición de vibraciones por vía exclusiva de los oídos. Por ello, en sus conciertos invita al oyente a que “disfrute de la música y se olvide del resto” porque “el trabajo del músico es pintar un cuadro que comunique a la audiencia la escena que el compositor está tratando de describir”. Aborda un repertorio desafiante como lo es Cosmos para multipercusión y orquesta (2011) que le dedicó el compositor suizo Jean Luc Darbellay (1946), una obra en la que sonoridades al límite del silencio y sutiles efectos percusivos conviven con pasajes de gran virtuosismo. Además Glennie hace arreglos para instrumentos de placas (Vivaldi) ¡y demuestra cuán sonora y musical puede ser la cocina de una casa!

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