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EL BAZAR DE LA MEZCOLANZA


Los transeúntes con auriculares somos parte de cualquier paisaje urbano, de hecho, escuchamos música casi todo el tiempo y para ello elaboramos una selección personalizada de temas, listas cambiantes para diferentes ocasiones; somos casi una versión amateur y simplificada de lo que hace un DJ profesional para la música electrónica bailable: elegir, mezclar y superponer pistas e incluso componer a fin de lograr un continuo musical para su performance. Algunos DJ han alcanzado tanta fama como los autores e intérpretes que utilizan, por caso el recientemente fallecido Avicii; pero este fenómeno exitoso no tuvo una aceptación generalizada, basta recordar cómo el entrañable Pappo se resistía abiertamente a considerarlos “músicos”.

Para referirse a este trabajo creativo basado en la edición y compaginación de temas ajenos suele usarse el término pastiche que desde el Barroco se aplicaba en música a una obra compuesta por fragmentos de obras propias y de otros, ensamblados con o sin adaptaciones; tampoco era necesario el consenso de los autores quienes en general accedían gustosos ya que de este modo veían cómo sus obras o al menos las partes más exitosas, continuaban interpretándose y no caían en el olvido rápidamente como era común. Ya a mediados del s.XVIII, y aprovechando el gran fanatismo que se desató en Europa por la obra de G. Pergolesi (1710-1736), los editores vendían copias de obras que hoy se sabe no fueron escritas por el maestro italiano, así con la entonces famosa La contadina Astuta (1734) que debe su mitad a la ópera homónima del alemán J. Hasse (1699-1783). Lejos de tener una connotación negativa, se recurría a esta técnica ante el apremio de satisfacer una demanda de nuevas obras –principalmente óperas- para los teatros populares y con los intérpretes disponibles; así lo hizo el veneciano A. Vivaldi (1678-1741) en su ópera Rosmira Fedele compuesta para los carnavales de 1738 al entreverar su música con adaptaciones libres de Händel, Pergolesi y otros. Mozart (Austria, 1756-1791) solía utilizar partes de sus obras anteriores: versionó el tercer movimiento de la Serenata KV 361 en el Ofertorio Quis te comprehendat de la Misa Brevis en Do Mayor KV 317. En repertorio religioso eran frecuentes las llamadas “misas pastiches”, donde los intérpretes seleccionaban a un compositor diferente para cada parte de la liturgia.

No siempre estos rejuntes resultaban bien sin embargo no dejaron de practicarse y gozan de buena salud en nuestra época posmoderna. El artista inglés Jeremy Sams (1957) coordinó un grupo de creativos y estrenó en 2011 una fantasía barroca de autoría colectiva, La Isla Encantada, ópera pastiche en dos actos con música de Händel, Vivaldi, Rameau y otros con libreto basado en la tragedia La tempestad (1611) y la comedia Sueño de una noche de verano (1595), ambas de W. Shakespeare; Sams tuvo que lidiar con la crítica pero lo hizo con humor: “No puedo imaginar que Häendel…tendría algún problema con La isla encantada; su única pregunta habría sido si le pagarían una cuota por adelantado o si recibiría un porcentaje de ganancias”.

El pastiche, a veces próximo al collage o montaje de citas, también está presente en los compositores contemporáneos, entre ellos, el músico serial George Rochberg (E.E.U.U, 1918-2005) quien por los años ’70 vuelve a la tradición musical occidental en obras como Music for the Magic Theater (1965) donde recurre a una amplia gama de compositores, desde Mozart y Beethoven hasta Stockhausen y M. Davis buscando "una especie de collage de sonido en el que el pasado y el presente están literalmente yuxtapuestos”; no muy satisfecho con el resultado, luego compuso el Cuarteto de Cuerdas N°3 (1972) de cinco movimientos agrupados en tres partes A, B y C donde echa mano a obras de autores clásicos y románticos.

Revoltijo, hodge podge en inglés, pot-pourri en francés u “olla podrida” en español se siguen usando con significado parecido a pastiche, término para el cual aún no hay mucho acuerdo ni cabal comprensión, incluso se confunde con collage y parodia por la progresiva extensión de las prácticas creativas y por la cercanía de los lenguajes artísticos. Pero si vamos a las fuentes, el término original es italiano, pasticcio, y denomina una comida muy sabrosa elaborada con sobras de otras, por eso ¡Salud y buena música!

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