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UN PIANO PARA CUATRO MANOS


O mejor dicho, un teclado para cuatro manos porque las primeras obras originales para la modalidad de dos ejecutantes en un mismo instrumento son muy anteriores a la creación del piano; se remontan a principios del s. XVII y estaban destinadas a “instrumentos de tecla” que por entonces eran el clave, la espineta, el virginal o el órgano. La producción musical continúa durante el s. XVIII incorporando las primeras versiones pianoforte, instrumento que lentamente se imponía y despertaba el interés de W.A. Mozart (1756-1791, uno de los primeros en componer para piano a cuatro manos) y se afianzaba con Beethoven (1770-1827) si bien su catálogo para dos pianistas es escaso.

El auge de esta modalidad se produce con la expresión más íntima del primer romanticismo cuando el piano se ubicaba en el centro de las reuniones sociales pues cada casa contaba con al menos uno y su enseñanza estaba relativamente generalizada. En este contexto socio-cultural el repertorio a cuatro manos tenía sus ventajas: se podía hacer cámara con un solo instrumento y no exigía un gran dominio técnico en comparación con las obras para piano de un intérprete; esto último es bastante discutible porque en la interpretación conjunta se ponen en juego cuestiones de sincronicidad de ataque, disposición física y acuerdos estéticos, entre otros. Sin embargo, puede ser que de entonces provenga la rápida asociación del piano a cuatro manos con el ámbito doméstico y la práctica aficionada ligada también a las anécdotas musicales de famosos escritores como Federico García Lorca (España, 1898-1936) o Samuel Beckett (Irlanda, 1906-1989) y tantos otros que disfrutaban de tocar piano a varias manos como entretenimiento. Más allá de cualquier nota de color, en aquella época romántica a comienzos del s. XIX vivió el que se considera el verdadero maestro de esta modalidad, el austríaco Franz Schubert (1797-1828) quien a los 13 años compuso su primera obra a cuatro manos.

En los albores del s. XX el repertorio se nutre con obras de compositores franceses entre los cuales se destacan Eirc Satie, Gabriel Fauré, Maurice Ravel (obra que luego él mismo orquestó) y Claude Debussy de cuya música se dice que exige el buen uso de una “quinta mano”: ¡el pedal! Ininterrumpidamente, se continuó componiendo durante el s. XX en estéticas muy diferentes como el caso de Arnold Schoenberg (Austria, 1874-1951), Gyorgy Ligeti (Rumania, 1923-2006), Morton Feldman (E.E.U.U., 1926-1987) o de los argentinos Carlos Guastavino (1912-2000) y Juan María Solare (1966-).

El repertorio a cuatro manos incluye transcripciones y arreglos de música orquestal en parte porque en otras épocas, anteriores a la invención de dispositivos de grabación, era la posibilidad de acceso al conocimiento del repertorio sinfónico; pero este no era el único motivo ya que compositores como Johannes Brahms (Alemania, 1833-1897) o Igor Stravinsky (Rusia, 1882-1971) escribieron las versiones de algunas de sus obras sacando provecho de la amplia sonoridad de dos intérpretes así como los numerosos recursos expresivos y la potencialidad polifónica del piano que en esta forma de cámara se ve incrementada.

Hasta ahora no hemos tomado en cuenta a los intérpretes quienes, aun antes de llegar a compartir el teclado, deben acordar el repertorio, el uso de los pedales y la distribución del único taburete; esto no debe ser fácil, de hecho varios dúos famosos de pianistas son hermanos -empezando por la célebre dupla de Wolfgang y Nannerl Mozart- pues se supone que si ya compartieron familia e infancia difícilmente se enemisten por su ubicación en el piano. Sin embargo, no todo es litigio: para los intérpretes no emparentados del pasado esta era una excelente oportunidad porque favorecía una cierta proximidad física que desafiaba los códigos de la sociedad burguesa decimonónica; se dice que Friedrich Nietzsche (1844-1900) -menos conocido como compositor que como filósofo- escribió piezas de cuatro manos diciendo que "pueden ser tomadas como una vara para predecir un buen matrimonio".

Hoy todas estas dificultades de interpretación son motivo de humor y broma por eso ¡larga vida al piano a cuatro manos!

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