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LAS TRES MANOS EN EL TECLADO


Cuando pedimos en forma coloquial que “nos den una mano” suele entenderse como una ayuda momentánea, el último gesto para encaminar una tarea o finalizarla, pero en el mundo de la música para piano, una mano más es asunto serio que involucra interpretaciones y composiciones a tres manos, a quince dedos o a pianista y medio.

En el lejano s. XVII, época del virginal y de las primeras obras para cuatro manos que se conocen, aparecen unas pocas piezas para esta forma particular de dúo atribuidas a John Bull y, en el s. XVIII, a Charles Burney. Desde entonces y hasta el presente encontramos obras de diferentes autores y estilos, como el británico Gordon Jacob (1895-1984) que compuso la divertida Rapsodia para piano a tres manos y Banda de Bronces y Concierto a tres manos para un piano y orquesta (1969) de cuatro movimientos. Un coetáneo y compatriota suyo, Malcom Arnold, compuso ese mismo año Concierto para dos piano (tres manos) y orquesta: el detalle de dos pianos no es menor pues tal vez al observar lo incómodo que resultaba repartirse el taburete en forma desigual, se apiadó de los intérpretes. Otros compositores dedicaron obras con esta formación al piano solista, por caso Igor Stravinsky (Rusia, 1882-1971) en Vals, la segunda de sus Tres piezas fáciles para dúo de piano (las restantes son a 4 manos) y Morton Feldman (E.E.U.U., 1926-1987) en Piano a Tres Manos (1957). Como es característico de la estética de este compositor, la distanciada aparición de eventos sonoros hace ardua la tarea de sostener la atención en el devenir de la obra; al respecto dijo Feldman: “…ese paisaje que se aleja, eso expresa en qué lugar de nuestra escucha existe el sonido. Abandonándonos, en lugar de aproximarse a nosotros.” Si bien en la partitura Feldman da muy pocos indicios de realización -e incluso puede pensarse en tres intérpretes-, en general suele suceder que la distribución de los pentagramas que realizan los compositores orienta acerca de qué debe tocar cada uno de ellos.

Sin embargo, muchas veces la indicación “a tres manos” no es literal y, conservando un solo pianista se ofrece al oyente la sensación de escuchar una tercera mano que despliega y destaca la melodía mientras otros profusos sucesos sonoros parecen quedar a cargo de otro ejecutante. Esta técnica de interpretación fue desarrollada por un pianista suizo llamado Sigismund Thalberg (1812-1871) a principios del s. XIX, época de gran evolución del piano tanto organológica como interpretativa y en que la figura del genio virtuoso desataba pasiones; fue fuente de inspiración para compositores (Preludio op 104b n°1, 1840, de F. Mendelssohn), modelo para intérpretes (F. Liszt, su competidor) e impulso para pedagogos (C. Czcerny y el uso del pedal).

“A tres manos” también es una forma de composición y de arreglo musical que consiste, en general, en colocar la melodía en el registro medio o parte central del teclado (donde los pulgares de ambas manos se lucen “cantando” el tema) y el resto de las líneas sonoras hacia el grave o el agudo, es decir, en dirección hacia los extremos del teclado; con esta distribución particular de la voz principal y el acompañamiento se logra mayor densidad sonora, en consecuencia requiere mayor virtuosismo y permite el lucimiento del intérprete. Estilos bien diversos de música aprovechan este recurso, así lo encontramos en la música de la película 1900. La leyenda del pianista en el océano (1998, dir G. Tornatore) que compuso Ennio Morricone (Italia, 1928) tanto en el Estudio a tres manos de su autoría como en el arreglo del tema The Crave (1923) de Jelly Roll Morton (EEUU, 1885-1941): podemos comparar el original con la versión a tres de Morricone. Efecto similar logró el músico británico Pete Townshend (1945, ex-The Who) en Hinter Rag (de Lifehouse Proyect).

El ya mencionado Stravinsky decía: “no hay que despreciar los dedos [de pianistas] son grandes inspiradores y puestos en contacto con la materia sonora despiertan frecuentemente en nosotros [los compositores] ideas subconscientes que de otra forma tal vez no se revelarían.” Probablemente sea ese el motivo por el cual, sin ser tan popular como otras formaciones pianísticas, la propuesta “a tres manos” mantiene vigencia.

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