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LA POLIFACÉTICA HILDEGARDA VON BINGEN


“Oh, figura femenina, cuán gloriosa eres!” A lo largo de la historia y en cada área de la creación, del conocimiento y de los oficios, la mujer fue silenciada o, en el mejor de los casos, le correspondió el lugar más relegado; así fue también en las diferentes prácticas musicales y los escasos nombres de los que se tiene noticia en cada época son la excepción. Avanzado el s. XVIII, el filósofo Moses Mendelssohn (1729-1786) resumía este pensamiento generalizado en una frase: “El saber moderado sienta bien a una dama, pero no la erudición. Una joven que gastó sus ojos leyendo merece que se rían de ella”; para su disgusto, su nieta Fanny Mendelssohn (1805-1847) - además de excelente pianista - se las ingenió para componer más de cuatrocientas obras y publicar la mayoría con su propio nombre. Sin embargo, y contra toda adversidad, la producción musical femenina brilló con luz propia muy tempranamente y una de las primeras compositoras de las que se tiene noticia fue una monja benedictina de origen noble llamada Hildegarda von Bingen que vivió en el Sacro Imperio Romano Germánico (en territorio de la actual Alemania) en el s.XII. Alcanzó la insólita edad de 87 años en una época en la cual, con buena salud, tal solo se alcanzaba a vivir la mitad de esos años; afirmó que “Las hierbas sanan el cuerpo y la música sana el alma” y tal vez ese fuera el secreto de su longevidad. Cuando tenía casi 50 años obtuvo el permiso de la Iglesia para escribir sus visiones proféticas, sus fórmulas de sanación de enfermos y también sus poemas litúrgicos y su música; estas últimas son obras religiosas entre las que se encuentran antífonas, responsorios, himnos y secuencias destinadas a las diferentes oraciones del día y dedicadas a los santos que veneraba totalizando una producción de casi ciento sesenta composiciones escritas en tetragramas con uso de color e ilustradas detalladamente. Una obra tan prolífica se debe a que creía que los sonidos eran el vínculo entre el cosmos y el alma humana y que la música armonizaba el espíritu; por todo esto se la llamó “la Sibila del Rhin” (más información se brinda en la película “Visión” de 2009, dirigida por M. von Trotta y disponible en https://youtu.be/qGZKZMFhAG8). Su obra principal es la “Symphonia Harmoniae Caelestium Revelationum” o “Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestes” (1140/50), un ciclo completo de cantos litúrgico para todas las festividades del año (versión completa en https://youtu.be/hvfc9BYkXWw). Hildegarda también escribió el “Drama de las Virtudes” (“Ordo Virtutum”, 1151) un auto sacramental con textos propios; dado que era la abadesa del monasterio de Rupertsberg fundado por ella misma, esta obra teatral es muy probable que se haya representado en ese recinto con interpretación de la veintena de monjas a su cargo (https://youtu.be/M9cvH9TFyr8) En varios aspectos su música se diferenció del canto gregoriano imperante por entonces: compuso melodías a una voz muy elaboradas y melismáticas con recursos como variaciones, repeticiones, transposiciones y contrastes que se extienden en un registro amplísimo logrando por una parte liberar a la música del texto y sus formas y por otra parte darle un carácter expresivo propio que abarca desde lo sombrío y dramático (responsorio “Favus distillans” https://youtu.be/BnE8sJhwtLc) hasta el lirismo festivo de las antífonas libres dedicadas a la Virgen María (https://youtu.be/QGXXrUvNzec y https://youtu.be/Y_HkOSAW73E) y a la Ss. Trinidad (https://youtu.be/6KUICvzM6DQ). Todavía hoy sorprende la erudición de Hildegarda tanto como el interés por la figura femenina que atravesó sus indagaciones naturalistas y biológicas, su devoción teológica y sus expresiones musicales y poéticas. Su espíritu transgresor se plasmó en una música con la que buscó llegar a la profundidad del alma “no dejes de cantar… para recuperar nuestra propia escucha, usar nuestra propia voz, ver nuestra propia luz”. Imagen: http://forosdelavirgen.org/91403/hildegarda-profecias-150407/

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