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Leticia Molinari

PARA MUESTRA BASTA UN BOTÓN

Así dice un refrán y prueba de ello es una agrupación musical de mujeres cuya forma de interpretar música vocal influyó en la forma de componer de sus contemporáneos; esto sucedió con el concerto delle donne que funcionó en la corte de Alfonso II de Ferrara hace quinientos años.

Las mujeres del renacimiento europeo podían hacer música si ingresaban en un convento o si eran incorporadas a una corte como damas de compañía y en ambos casos bajo la condición de encierro. Dado que estas situaciones se definían a temprana edad, es probable que la razón tuviera más que ver con las habilidades y conocimientos que poseían que con una decisión personal; en verdad, se trataba de un costoso amparo que las comprometía con el celibato o con un matrimonio forzado con algún anciano noble.

Tales fueron las restricciones de las intérpretes de Ferrara: permanecieron por casi veinte años rodeadas de celos y controles, vivían dentro del castillo pero no eran nobles, figuraban como damas de la corte cuando en verdad fueron contratadas para entretener a la duquesa y amenizar eventos. A lo largo de ese tiempo, el grupo se fue renovando pero siempre en número de tres o cuatro integrantes. Alfonso II había prohibido que el conjunto circulara y se escuchara fuera de su castillo, incluso su repertorio solo pudo publicarse después de su muerte (1597). Sin embargo, la proscripción no tuvo mucho éxito porque la voz se corrió y esta idea se replicó en las cortes de Medici, Gonzaga y Orsini; como era difícil encontrar jóvenes tan educadas, muchas veces estos imitadores tuvieron que recurrir a castrati.

Tantas prohibiciones y silenciamientos no impidieron que estas cantantes hoy nos sean conocidas y admiradas como entonces lo fueron por músicos y artistas de su época. Con gran maestría vocal y precisión técnica, desarrollaron un estilo muy ornamentado y causaba sorpresa la sonoridad de voces agudas, sin melodía de bajo y a veces acompañadas por instrumentos. Esto no pasó desapercibido para los compositores que las escucharon a veces so pretexto de acompañar con laúd, viola o clave; muy por el contrario, comenzaron a escribir para esta formación, tal el caso de Luzzasco Luzzaschi y Lucovico Agostini quienes dedicaron las obras a las intérpretes y de Claudio Monteverdi, quien luego fue una pieza clave en la evolución de un nuevo género, la ópera.

Las integrantes del primer concierto (1580) fueron Laura Peperara, Livia d'Arco y Anna Guarini; esta última era hija de un prestigioso poeta que escribió las letras de los madrigales que les dedicaron. El madrigal era una forma musical muy popular, en un principio a varias voces sin instrumentos, en la cual música y texto se unían expresivamente para abordar con preferencia temas y sentimientos mundanos. Su práctica a lo largo del tiempo fue cambiando y, sobre fines del s. XVI, adquirió características en la armonía, la ornamentación y la melodía que algunos estudiosos reconocen que pudo deberse al contacto con las músicas de Ferrara, además de la utilización de voces agudas.

¿Vale preguntarnos cómo hubiese sido la música de hoy si la efectiva participación de las mujeres no hubiese sido invisibilizada? Y no nos referimos a la incierta idea de sensibilidad femenina sino, por el contrario, a la influencia que tuvo su modo de interpretar y componer música. Los escasos documentos musicográficos de Hildegard von Bingen y unos pocos nombres más a través de los siglos alcanzan para imaginar cuan diferente hubiera sido la historia pero nunca lo sabremos y, como bien dice el refrán, el concerto delle donne es el botón de la muestra.




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