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Leticia Molinari

EL TEMPERAMENTO DE LOS MÚSICOS Y LA MÚSICA


Cuando se hace referencia al temperamento de las personas, en general, se establecen relaciones entre cuestiones del carácter, de la forma de ser y de relacionarse: actitudes relativas al modo en que las personas están en el mundo; en cambio, cuando el sujeto del temperamento es el sonido, y por disímil que pueda parecer, hay semejanzas entre los humanos y la música. Las notas con las que se compone una obra tienen una altura que las distingue entre sí y determina relaciones melódicas o armónicas; esto es posible gracias a diferentes sistemas de ajustar la afinación, es decir, a los temperamentos. Por ello, un buen temperamento favorece las relaciones más estrechas y numerosas sea entre personas o entre notas; así lo entendía el músico alemán Juan Sebastián Bach (1685-1750) quien tal vez no fuera muy sociable pero mostró las ventajas del buen temperamento que usaban los constructores de clavecines y calvicordios como mejor sabía hacerlo: con música. Así surgió “El Clave bien temperado” (1717-1721) una obra con fines didácticos compuesta por dos ciclos de veinticuatro preludios y fugas que recorren todas formas de organización de alturas -tonalidades en modo mayor y menor- (ejemplos en harpsichord: https://youtu.be/7HQXH_32mIw y https://youtu.be/iyodQqilqyU, en piano: https://youtu.be/IrJjPYi_vhM y https://youtu.be/4g2kdYdSX00); fue pensada para instrumentos de teclado que en el barroco formaban una gran familia de ejemplares de diferente tamaño y mecanismos. Por entonces ya comenzaba la construcción de pianos y Bach no fue ajeno a las nuevas posibilidades sonoras del “pianoforte” al punto que algunos musicólogos sostienen que sus últimas obras fueron escritas pensando en la sonoridad pianística. A mediados del s. XVIII y gracias a sucesivas mejoras, el piano logró imponerse con su “temperamento igual” acompañando las primeras formas del clasicismo. Dos siglos después los músicos no estaban interesados en las relaciones entre notas, sino entre sonidos, preferentemente los ruidos del vivir y la naturaleza, intención que bien sintetizaba John Cage en 1937: “Queremos capturar y controlar estos sonidos y usarlos no como sonidos de efecto, sino como instrumentos musicales.” La invención que favoreció ese período creativo fue el micrófono que llega a los años ’50 luego de más de sesenta años de optimizar su construcción; gracias a esta herramienta, la facultad de captar y transmitir el sonido de forma más fiel a su fuente abrió las puertas al almacenamiento y manipulación sonoras, avances tecnológicos que en manos de músicos hicieron posible el surgimiento de la música concreta y electroacústica. Pierre Henry (Francia, 1927-2017) es considerado el padre de esta estética (paternidad compartida con Pierre Schaeffer) que implicaba nuevamente cambiar la actitud hacia los sonidos y proponer formas originales de relacionarlos, se trataba casi de un giro histórico al que Henry rinde homenaje con “El micrófono bien temperado” (1950-52). Esta obra está compuesta por dieciséis grabaciones breves donde los sonidos modificados se enlazan realizando diseños sonoros basados en asociaciones tímbricas y agrupamientos rítmicos, sus materiales son sonidos y ruidos sensiblemente ajustados -temperados- para lograr el entramado sonoro-musical; tuvo un gran impacto y ya es considerada un clásico (algunas piezas: “Batterie Fugace” https://youtu.be/Q-9AYfilJE0, “Bidule in Ut” https://youtu.be/UGoSQ5rnBFw, “Fantasie” https://youtu.be/0Ih-tZyfTQ4, “Vocalises” https://youtu.be/sWdvBUfjBI8). De manera similar a cómo sucedió a mediados del siglo s. XVIII, desde mediados del s .XX está disponible una nueva y siempre renovada paleta sonora a la que contribuyó artísticamente Henry, gran músico que falleció el pasado mes de julio. Imágenes: J. S. Bach de Wikipedia / Pierre Henry de www.scherzo.es

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